dissabte, 30 de maig del 2009

El Japan Noise y el Budismo Zen

No en pocas ocasiones se tiende a considerar al Noise como a un hijo legítimo del hardcore o del metal más extremo. Haciendo un vínculo entre aquellos Sonic Youth de los 80 y grupos como Meltz Banana en la escena japonesa. Pero si bien eso tiene algo de cierto en tanto que muchos músicos de Noise han adoptado giros estéticos e incluso influencias formales del pop experimental de los 80, el sustrato que alimenta al denominado Japan Noise, reside en referencias culturales mucho más antiguas y tradicionales.
En cuanto a técnica musical, cabe destacar que en Japón las influencias históricas han ido de la mano de la mística y de las religiones. Instrumentos como el shakuhachi o la biwa, son un claro ejemplo de ello. El shakuhachi es una flauta japonesa que se sujeta verticalmente como una flauta dulce pero que carece de “pico” en la embocadura, en su lugar se realiza un corte en la caña de bambú. Era utilizada por los monjes de la secta Fuke Zen, seguidores del budismo zen, es su práctica ritual del Suizen (meditación mediante el soplado).
El shakuhachi se toca soplando el aire como si fuera el borde del cuello de una botella, pero en su otro extremo, el shakuhachi termina en un borde afilado, que permite al intérprete un control sustancial sobre el tono. Lo más interesante de todo esto, es que la anatomía del instrumento permite ejecutar un sinfín de sobretonos y armónicos, que son en realidad el efecto más buscado en detrimento de la melodía del interprete. Muchas de las prácticas rituales, consistían en la emisión de aire acompañado de un sonido casi imperceptible y con gran cantidad de armónicos que producían mayores disonancias. El ejecutante, entraba en estado de meditación, a base de acompasar su respiración con la ejecución del shakuhachi y de improvisar esos sobretonos y disonancias con el instrumento. En este sentido es destacable la sutileza de la música oriental en general, que suele ensalzar los silencios, las repeticiones, el uso del drone o las disonancias, a modo de objetos sonoros de gran belleza. Oír una pieza de shakuhachi es transportarse a un universo de delicados ruidos imposibles, un oxímoron que contrapone a la belleza y al caos a partes iguales. Caso muy parecido es el de la biwa, un laúd de mástil corto con trastes, variante del instrumento tradicional chino denominado pipa. La biwa es el instrumento escogido por Benzaite, la diosa serpiente blanca de la religión sintoista.


De los muchos modos en que se puede ejecutar la biwa, destaca el percutir violento y desaforado de una enorme púa contra las cuerdas, provocando un sinfín de sonidos armónicos totalmente descontrolados. Este punto, la hermana con el ya nombrado shakuhachi, que al ser soplado de una determinada forma como decíamos, emite sobretonos. Estos, lejos de considerarse indeseables, como en occidente, se tornan inestimables, paradigma de la expresión misma del instrumento, mucho más allá de la melodía que los sustentan. Así, el simbolismo del aire pasando por el instrumento para dar forma al mundo, cobra una nueva vida en esos sonidos, o bien podríamos decir ruidos.
No son pocos los casos en la música oriental, en que un sonido monótono y sin matices melódicos, es utilizado como medio para apartar la atención de la conciencia, y así centrarse en los procesos inconscientes de la mente. Debemos referirnos aquí a los sadhus de la India, ascetas también llamados renunciantes, que vagan por el mundo sin más propósito que alcanzar la iluminación. Y precisamente uno de los métodos más usados por estos, consiste en la repetición ad nauseam de una frase o palabra, a lo que llaman Mantra, o sonido sagrado. Estos mantra, pueden acompañarse de sonidos monótonos, tanto agudos como graves, por ejemplo, producidos al soplar una caracola de mar o percutir insistentemente un gran timbal de piel.


De todas las formas de Budismo, es el Zen, la que hace mayor hincapié en el aquí y ahora, y en la búsqueda de la iluminación, a través de la actividad mundana y totalmente material. Es quizás, el que insiste en relacionar la materia y la acción (desinteresada y sin pasión) con el estado de Samadhi o consecución del Nirvana.

Como se relata en “ENSAYOS SOBRE BUDISMO ZEN” de DAISETZ TEITARO SUZUKI Doctor en Literatura y Ex Profesor de Filosofía Budista en la Universidad Otani. Kyotor, el Zen, en su esencia, es el arte de ver dentro de la naturaleza del propio ser, y señala el camino de la esclavitud hacia la libertad. Al hacer beber directamente en la fuente de la vida, libera de todos los yugos que los seres finitos sufrimos comúnmente en este mundo. Podemos decir que el Zen libera todas las energías apropiada y naturalmente almacenadas en cada uno de nosotros, que, en circunstancias ordinarias, se hallan trabadas y distorsionadas de modo que no encuentran un cauce adecuado para entrar en actividad. Nuestro cuerpo se parece a una batería eléctrica en la que yace, en forma latente, un poder misterioso. Cuando este poder no se pone convenientemente en funcionamiento, se enmohece y marchita, o se desvía y expresa anormalmente. Por tanto, el objeto del Zen es salvarnos de enloquecer o quedar disminuidos.


En este sentido, el Zen insiste en la experiencia personal, y no en el relato de otros, como único método válido para la vida.
Con la experiencia personal se significa llegar al hecho de primera mano y no a través de intermediarios, cualesquiera sean éstos. Su analogía favorita es: se necesita un dedo para señalar la luna, pero ¡ay de quienes confunden al dedo con la luna! Es bienvenida una canasta para llevar nuestro pescado a casa, pero cuando el pescado está seguro sobre la mesa ¿para qué preocuparnos eternamente por la canasta? He aquí el hecho, agarrémoslo con las manos desnudas no sea que se nos escape; esto es lo que el Zen propone que hagamos. Según el Zen no hay pugna en el hecho mismo tal como entre lo finito y lo infinito, entre la carne y el espíritu. Estas son distinciones ociosas, ideadas por el intelecto para sus propios intereses. Quienes las toman demasiado en serio o quienes tratan de leerlas dentro del hecho mismo de la vida son los que confunden al dedo con la luna. Cuando tenemos hambre, comemos; cuando tenemos sueño, nos acostamos; ¿y dónde encaja aquí lo infinito y lo finito? ¿No somos completos en nosotros mismos, y cada cual en sí mismo? Basta la vida como se la vive. Sólo cuando el intelecto perturbador ingresa y procura asesinarla, dejamos de vivir y nos imaginamos carentes de algo. Dejemos en paz al intelecto; tiene su utilidad en su propia esfera, y no interfiramos con el fluir de la corriente vital. Si estamos tentados a mirar en ella, hagámoslo mientras la dejamos fluir. El hecho de fluir bajo ninguna circunstancia debe detenerse ni interferirse; por el momento nuestras manos están sumergidas en esa corriente, su transparencia se altera, cesa de reflejar nuestras imágenes, propias desde el inicio, y que así lo seguirán siendo hasta el fin del tiempo.
Es aquí, donde encaja la comprensión del vacío desde la perspectiva oriental, es necesario vaciarse de contenido, para que los hechos limpios de interpretación, fluyan, o dicho de otra manera, resulta imprescindible librarse de todo prejuicio y de todo análisis, para poder vivir la experiencia en todo su esplendor.


En este contexto, se enmarca el Wabi-sabi, término estético japonés que describe a objetos o ambientes caracterizados por su simpleza rústica. El wabi-sabi combina la atención a la composición del minimalismo, con la calidez de los objetos provenientes de la naturaleza.
Las palabras wabi y sabi no se traducen fácilmente. Wabi inicialmente refería la soledad de vivir en la naturaleza, lejos de la sociedad, mientras que sabi significaba "frío", "flaco" o "marchitado". Hacia el siglo XIV estos términos comenzaron a cambiar, adquiriendo connotaciones más positivas. Wabi ahora connota simpleza rústica, frescura o quietud, siendo aplicable tanto a objetos naturales como hechos por el hombre, o elegancia subestimada. También se puede referir a peculiaridades o anomalías que surgen durante el proceso de construcción y dotan de elegancia y unicidad al objeto. Sabi es la belleza o serenidad que aparece con la edad, cuando la vida del objeto y su impermanencia se evidencian en su pátina y desgaste, o en cualquier arreglo visible.
Ambos conceptos, wabi y sabi, sugieren sentimientos de desconsuelo y soledad. Según la perspectiva budista Mahayana, estas son características positivas, al representar la liberación del mundo material y la trascendencia hacia una vida más sencilla. La propia filosofía Mahayana, sin embargo, advierte de que la comprensión verdadera no puede alcanzarse mediante palabras o lenguajes, por lo que aceptar el wabi-sabi en términos no verbales sería el enfoque más adecuado.
Es decir, que el uso del lenguaje estructurado y de la intelectualización de las ideas, representa una traba para comprender el wabi-sabi.
Numerosas artes japonesas durante los últimos milenios se han visto influidas por el Zen y la filosofía Mahayana, especialmente en cuanto a la aceptación y contemplación de la imperfección, el fluir constante y la impermanencia de todas las cosas.
Dichas artes ejemplificarían la estética wabi-sabi, como son el Honkyoku (música tradicional para shakuhachi de los monjes Zen), Ikebana (arreglos florales), Jardines japoneses, Zen y bonsáis, Poesía japonesa (especialmente el haiku), Alfarería japonesa (Hagi ware), o incluso la Ceremonia del té japonesa. Como podemos ver, la cultura japonesa, está imbuida de este concepto de rechazo a una estética estructurada y artificiosa.



Es la estética de los objetos que envejecen, hechos con materiales orgánicos y que con el paso del tiempo tienen vida propia. El Wabi-sabi es el metal oxidado, el cáñamo, la cerámica, la madera y todo aquello que muestra el paso del tiempo, la pátina de los tiempos. Por tanto, aquello que resulta deteriorado y sucio, lo que en muchos casos en occidente, podría resultar desagradable.

Se nos escapa que la cultura nipona, ha sufrido a tenor de la segunda guerra mundial, una fuerte colonización cultural por parte de EEUU. Desde hace ya bastantes años, se puede encontrar en el mercado nipón, todo tipo de manifestaciones culturales y de entretenimiento, no muy distintas de las que se podrían encontrar en Nueva York o Los Ángeles. Grupos de rock, metal extremo, pop, cine de aventuras, boxeo, y un largo etcétera, son sólo algunos ejemplos de esta invasión cultural.


Pero precisamente en el Japan Noise, que parecería heredero directo de todas las manifestaciones de vanguardia occidentales, es donde encontramos elementos tradicionales de la cultura nipona con una fortísima participación, y que resultan fundamentales para comprender esta nueva música o no música.
El Noise vendría a ser un género musical que utiliza música compuesta sin la convencional estructura musical como armonía y ritmo. Puede incorporar, silbidos, grabaciones manipuladas (como scratch de vinilos), ruidos de máquinas, retornos de varios tipos, elementos vocales no musicales, etc. A veces, es considerado una contradicción dado que el ruido es generalmente definido como un sonido no deseado o no intencional y, por ende, como lo opuesto a la música. En él, encontramos al igual que en el wabi-sabi, el rechazo por las estructuras elaboradas, y sin embargo, un gusto exquisito por todo aquello que puede introducir elementos dramáticos, que nos recuerden la impermanencia y la fealdad. Es pues también un arte sucio y desagradable para occidente, aunque no esta tan alejado como parece de las tradiciones religiosas niponas, y naturalmente, representa un rechazo total, al conjunto de valores aportados por la cultura invasora norteamericana.
Uno de los músicos más importantes del noise, el japonés Masami Akita (conocido por su seudónimo artístico Merzbow) declaró que «Si por ruido (noise) nos referimos a un sonido incómodo, entonces la música pop es ruido para mí».

Masami Akita representa al talento en la escena noise japonesa y muy posiblemente, en la escena vanguardista del arte en general, comenzando su carrera musical en la década de los 80. Nacido en 1956 en Tökyö (Japón) se graduó en pintura y teoría del arte en la Universidad Tamagawa. Tras trabajar como escritor freelance para diversas editoriales decide crear en 1979, Merzbow influenciado por las vanguardias artísticas que nacieron en las primeras décadas del siglo XX en Europa. Denomina a su proyecto MERZBOW tras ver la obra “Merzbou” creada por el genio dadaísta del collage Kurt Schwitters, obra que, como la mayor parte de las creaciones de Schwitters, lleva el prefijo Merz- como identidad. Su música, diáfana y descarnada, simboliza la santificación del placer y el asombro. Es el bisbiseo de un desesperado, el murmullo anhelante del estilista de esta era de decadencia.

Bebiendo del dadaísmo, del surrealismo y su dirección constante hacia el mundo del inconsciente, termina de dar forma a un modo expresión que se caracteriza por situarse en contra de cualquier concepto ortodoxo de arte, o de música, académico. La lírica acústica de Merzbow es la búsqueda de una expresión para la esfera del pensamiento reformador de Masami Akita, es un irascible escorzo en este transido y aterido tiempo. La música de Merzbow tiene el privilegio de reproducir de forma más espiritual un conjunto de formas de la belleza. Teniendo por expresión el ruido, no es la imaginación en sí, sino la imaginación artística, la que hace poética la música de Merzbow.
Merzbow basa su frente de ataque en el uso del ruido extremo (primeramente realizado con equipo analógico y luego con herramientas digitales) sobre las bases de un estudio filosófico-social que hace de sus creaciones algo más que mero “ruido” molesto o sin sentido.


La imagen, la intuición, la sensación, etc. son las formas específicas con las cuales Masami Akita trata el tema, lo concibe y representa con sus sonidos. Puede haber mayor potencial subversivo en la poesía acústica de Masonna o de Violent Onsen Geisha que en las obras de Merzbow, pero con la afirmación de la intimidad, de lo subjetivo, Masami Akita obliga al oyente a dar un paso fuera del sistema musical.

Más de veinte años avalan la carrera de M. Akita. Carrera marcada por el desarrollo constante de su arte, sacando a luz un número de trabajos de audio editados en los sellos más importantes de “riesgo” artístico (Tzadic, Warp, Mego, RRRecords,…) que en cantidad superan sus años de creación y que cuenta con propuestas tan arriesgadas como realizar bandas sonoras para performances de Boundage (uno de los puntos principales de su estudio sobre la sociedad, el sexo, el tabú) o la edición limitada de una caja (Merzbox) con 50 cds, libros, afiches,…que no tiene precedentes en la historia de las “boxes” editadas por otros artistas; amén de artículos y libros de carácter ensayístico sobre sus fundamentos en cuanto a filosofía y sociedad.


Masami Akita no es sólo el compositor de canciones ruidistas, como se señala en algunas zafias publicaciones sobre música. ¡No! Con profunda elegancia ha impreso y elevado el grado lírico de esta clase de música. Es muy poco o nada lo que se conoce sobre el misticismo de Merzbow, lo cual posiblemente se deba a las deformaciones que producto de clichés o simplemente de la ignorancia se tienen sobre la cultura noise. Así, ha caído en el olvido (y es posible que también por otras ocultas razones) un místico tan lúcido como es Masami Akita, predicador de una convicción musical producto de la iluminación amorosa y no de las amenazas del castigo.

La codificación de la música noise ha desvalorado y deformado la verdad expresada en este universo de sonidos, porque su potencialidad radical se basa, precisamente, en su carácter ideológico. El pesimismo del arte de Masami Akita no es revolucionario, sino que le sirve para contrarrestar la conciencia feliz de su praxis radical.

Carrera Marcada también por una multitud increíble de colaboraciones con artistas de relevancia en la vanguardia como Alec Empire, Massona, , Scanner, Karkowski, Kim Cascone, Francisco lópez y un largo etc, que incluye discos de remezclas de sus obras realizados por artistas que le rinden homenaje.

Cuando un hombre como Masami Akita compone música, cuando inventa una melodía, tal invención es quizás el “ultimum mysterium” de la existencia humana; tal invención es un rito de libertad como ningún otro. Ese rito es la definición de la música de Merzbow. Es aquello que hace a la música algo que no puede reducirse al lenguaje. En el lenguaje es donde yace nuestra esclavitud, nuestra obediencia manifiesta, cada vez que empleamos un verbo, a la tiranía del tiempo.

En este artista se demuestra como la tradición ruidista de Oriente de ninguna manera constituye una simple fantasía, sino que ha sido desde sus orígenes una forma de análisis precientífico de la música de vanguardia; una protesta contra el desorden socialmente establecido y la expresión de una esperanza.

Masami Akita es el bardo de la tétrica vida moderna, de nuestra tragedia, del desasosiego y la sinrazón triunfante, y de todo aquello que amenaza con dejarnos completamente vacíos y destruirnos. El exégeta de la desolación y de nuestras horadadas existencias. La noche del mundo necesita la luz de Merzbow. El mundo de sonidos de Merzbow pertenece a otro principio de realidad, de extrañamiento, y sólo como extrañamiento su música cumple una función cognoscitiva: comunicar verdades que son incomunicables a través de cualquier otro lenguaje.

Para Merzbow el alma humana es una sinfonía, en la que existen acordes internos entre el alma y el cuerpo. Sobre la poética de este artista sólo se puede decir que es uno de los más inusitados en la música noise. Para desarrollar sus imágenes acústicas, Merzbow se deleita con una poética de osadas mezclas, utilizando diversos lenguajes para llegar a nuevos límites musicales.

C. Fortuny i Fabré


Referencias i Bibliografía:

ENSAYOS SOBRE BUDISMO ZEN de DAISETZ TEITARO SUZUKI
LA ESENCIA DEL ZEN de Thomas Cleary
The Tree of Enlightenment - Dr Peter D. Santina

En la red:

http://www.purojazz.com/comentaristas/sadhu/articulos/merzbow.html
http://www.eurielec.etsit.upm.es/~zenzei/index.php?numero=8&tipo=musica&arch=3Merzbow
http://merzbow.net/
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